Friday, November 10, 2006

Lucas

Angel de ojos de calmado fuego
de terciopelo y luna llena su cabeza
esa sapiencia prematura
sobre el amor
el dolor
muchas dudas y una sola certeza.

Teje y desteje una madeja
de sueños
de delfines y ballenas
mientras navega en su barca celeste
mar adentro
por las aguas mansas.




Entre la gente mas maravillosa y entrañable que conocí en la vida estás vos, pequeño Lucas.
En realidad, lo primero que conocí fueron tus gritos, estabas enojado porque no querías que te pincharan, ya habías batallado durante dos años.
Tu habitación estaba justo frente a la nuestra, y desde allí escuché y vi una mañana a tu papá hablar por un celular sobre transplante de médula ósea.
Recuerdo que lo primero que pasó por mi mente fue rezar por vos.

Fue un sábado, en el pasillo, que una mañana se acercó a hablar conmigo tu papá,
que para su sorpresa, se llamaba igual que mi hijo --“yo pensé que el último Salvador era yo”—me dijo, y con la mejor voluntad, y con generosidad y optimismo me explicó de qué se trataba realmente la enfermedad.
En ese momento también conocí a tu mamá, la vi a una cierta distancia, porque en ese momento no se acercó para integrarse a la conversación.
Y recuerdo que pensé que toda la tristeza y preocupación que había en su rostro no alcanzaban para ocultar la belleza de éste.
Y de repente llegaste vos, con tu abultada cabellera castaña, tus ojos, esos ojos que nunca olvidaré, tan intensos y elocuentes.
Así es como mi mente atesora el momento en que llegaste a nuestras vidas, acababas de cumplir cuatro años.
Estabas precioso, vestido con unos pescadores azules y una remera rayada.
Traías un pie con una zapatilla de las últimas que se usaban y el otro descalzo y vendado.
Y yo te miraba bajo ese encantamiento que sabías producir en la gente que se te acercaba.
Estabas parco, y me mirabas de reojo, con ciertas reservas, creo.
Y te asomabas detrás de las piernas de tu papá y lo mirabas a Salvi con no disimulada curiosidad.
Recuerdo que lo primero que me dijo mi intuición fue que estaba frente a un niño mágico, especial.
Y lo que tu papá nos dijo a mi marido y a mi fue que esto era como los partos, no tenían por qué ser todas las experiencias iguales, y que si el caso de ustedes venía difícil, sabía de muchos otros que estaban saliendo perfectamente adelante.
Mi marido y yo nos miramos, porque muchas veces no nos hace falta hablar para entendernos, y recuerdo que ambos caímos en la cuenta de la generosidad
de nuestro interlocutor, que aún en las instancias en que se encontraban, sabiendo que no les quedaba otra opción que el transplante, en un increíble acto de fe y solidaridad nos daba optimismo y fuerzas.
Recuerdo que entre otras cosas que hablamos esa mañana, de pie frente al ventanal que ofrecía una amplia vista hacia la Avenida Directorio, que hacía las veces de distracción para los padres y los niños que pasaban tantos días internados, tu papá nos dijo que años atrás lo que más ambicionaba era comprar y ponerle un ladrillo mas a la casa que estaba construyendo para ustedes.
Y que en ese momento la prioridad de la familia era otra.
Que la adversidad enseña a distinguir cuáles cosas son las que verdaderamente importan, que realmente son muy pocas en la vida.

La segunda vez que te vi, fue en la Universidad Maimónides, en la sala de Espera.
Estabas con tus papás, esperando tu turno para ser atendido.

En esa oportunidad también te conoció Abril, que te quiso mucho y sé que en el breve tiempo de juegos e ilusión que compartieron, en realidad compartieron mucho mas que eso: compartieron la fe y el amor infinitos, ese amor de niños: simple, bueno y desinteresado.

Abril se empeñaba en llevarte un poquito del mundo exterior hacia tu cama de sanatorio.
Llenaba su carterita con unos guantecitos a rallas, una cucaracha de goma, que todavía anda dando vueltas por mi casa, otras veces llevaba su pizarra magnética con sus sellitos...
en fin, cabían en una valijita toda la magia y todos los sueños.
Y sé que vos la esperabas y recibías con alegría. A mí también, aunque pasaba un rato hasta que dejabas de mirarme de reojo y escudriñarme... porque eras bastante chúcaro.
Pero yo estaba encantada con esa parquedad tuya, porque igual no tardabas mucho en dejar que te abrazara y te hiciera muchos mimos.

Aún ahora, cuando te evoco, te veo pelado, hermoso, con tus jeans tan cancheros , esos que te quedaban tan lindos , y tu remerita azul , jugando, felíz con tus camioncitos .
También me veo a mi misma, jugando con vos , muy entrada la madrugada, con una pelota improvisada, en el pasillo del sanatorio.

Gracias, ángel, por todo lo que nos enseñaste.
Gracias por tu legado de amor, de lucha y de fe.
Gracias, pequeño valiente, por enseñarnos a no bajar los brazos.

Sabés lo que creo? Que en tu breve camino, fuiste intensamente felíz.
Y que te llevaste todo eso: el amor incondicional y heroico de tus papás, la eterna devoción de tus hermanos, abuelos y tíos y el entrañable afecto de todos los que te conocimos.
Quedarán intactas en vos tus últimas vacaciones en San Clemente y tu pasión por los delfines.

Debo decir que soy muy afortunada, porque no cualquiera tiene la inmensa dicha de haber conocido a un ángel.

Te quiero mucho y no te preocupes, vamos a cuidar bien de tu mamá.
Hoy Salvador de alguna manera es también un poco hijo de ella, porque también era
tu amiguito y así creo que te gusta que sea.

Gracias Lucas, por haber pasado por aquí.

L.F.G

Cuando las voluntades se suman no hay límites para los sueños...


Se acerca el fin de año, y con éste el inevitable balance que uno hace. Por un lado la satisfacción por los logros y la tranquilidad que nos da el deber cumplido, y por otro lado, la añoranza de los sueños que no se concretaron (cualesquiera que estos sean), y el pesar de las batallas perdidas.
Sin embargo, lo mejor de los años que terminan, es la esperanza, la promesa de lo que viene, y la sospecha de que si ponemos lo mejor de cada uno de nosotros el nuevo año lo encararemos de una manera mejor.
Mas intelignte y mas sabia.
Abrazos poco a poco está dejando de ser solo un sueño.
La Inspección General de Justicia nos dio, en principio, el visto bueno acerca del nombre (nada menos), y nuestros objetivos como asociación civil.
Dios y burocaracia mediante, dentro de pocos meses tendremos nuestra tan mentada personería jurídica...

Y en medio de tanta esperanza están los chicos. No dejemos jamás de enseñarles a soñar, que cuando uno desea mucho pero mucho algo, el unvierso
entero y Dios conspiran para ayudarnos a llevar a cabo ese deseo.