Wednesday, August 30, 2006

Cuando el enfermo es nuestro hijo...

Cuando el enfermo es nuestro hijo, nos invade el miedo, la angustia , la incertidumbre, e incluso solemos preguntarnos: “¿Por qué a mi?”, como si la enfermedad de un hijo fuera un castigo impuesto por algo que hicimos mal.
Y el miedo es tan profundo e indescriptible , que la palabra leucemia se torna impronunciable, y nuestra peor pesadilla, que nuestro hijo tenga cáncer, se materializa implacable e innombrable.
Y a menudo salimos a la calle y no podemos evitar que al ver otros niños felices, de la mano de sus padres nos invada una dolorosa añoranza.
Casi de inmediato comprendemos, sin embargo, que debemos estar fuertes por nuestro hijo, que nos necesita enteros, al pie del cañón.
E incluso los agnósticos nos sentamos a negociar con Dios, le pedimos que nos dé una mano, porque sabemos que solos esta vez no podemos.
Y Dios baraja y da de nuevo.
De a poco nos damos cuenta de que no somos los primeros, y desgraciadamente no seremos los últimos en andar estos caminos.
Sin embargo, los chicos, esas almas indómitas, que aún no han aprendido a tenerle miedo a las palabras ni a los diagnósticos, dan batalla día a día, cual aguerridos soldados.
Y la esperanza aletea en los ojitos de cada uno de estos pelados divinos.
Y el amor es un pacto que se renueva a diario.

Vaya todo mi respeto, admiración y especial afecto para cada uno de estos pequeños valientes y sus respectivas familias.


L.F.G